Sostenibilidad: conozca la comunidad tradicional de los geraizeiros
Comunidade dos Geraizeiros vive na transição entre o cerrado e a caatinga, em um espaço popularmente conhecido como Campos Gerais
Créditos: Sara Gehren/Peter Caton – ISPN/MAB Communication Collective/Colección personal
Por: Eduarda Nunes/Favela em Pauta – Lupa do Bem
El sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado a principios de agosto, revela que las acciones humanas ya han provocado un cambio climático irreversible en el mundo.
Los datos alarmantes ya se hacen sentir en varias partes del mundo. Recientemente, nos hemos enfrentado a acontecimientos de la naturaleza fuera de lo común: olas de calor en Canadá, inundaciones históricas en Europa y la desertificación de parte de la región semiárida brasileña son algunos ejemplos.
Antes y después de este escenario, los pueblos tradicionales han actuado como importantes influenciadores para remediar los impactos negativos de estas acciones.
Durante casi medio siglo, entre el norte de Minas Gerais y el oeste de Bahía, han resistido los geraizeiros, una comunidad tradicional que vive en la transición entre el cerrado y la caatinga, en un espacio conocido popularmente como Campos Gerais.
Hasta hoy, crean estrategias para mantener sus orígenes. Reconocidos como comunidad tradicional por el Gobierno Federal en 2007, a través del Decreto nº 6.040, sólo en 2018 recibieron el certificado de autodefinición de la Comisión Estatal para el Desarrollo Sostenible de los Pueblos y Comunidades Tradicionales de Minas Gerais (CEPCT-MG).
La lucha por garantizar sus espacios y sus tradiciones es una constante, y la demarcación de las tierras sigue siendo un proceso en curso.
Un pueblo que tiene una intimidad única con el cerrado, conocido como guardián de una zona conocida como tierras libres, debido al modo de vida colectivo de la comunidad.
La ausencia de vallas, la cría de animales en libertad, el cultivo diversificado y la valoración de las plantas autóctonas del bioma son la marca de los geraizeiros.
Con el tiempo, la comunidad, al igual que el bioma, tuvo que adaptarse e intentar frenar las circunstancias que el monocultivo y las explotaciones mineras provocaron en la zona.
Maria Lúcia, de 57 años, vive actualmente los impactos de la llegada del monocultivo de eucaliptos a la región en la década de 1970. Según ella, la propuesta presentada inicialmente era de desarrollo y crecimiento para todos. «Y mucha gente se dejó llevar, considerando que el sistema de trabajo de la tierra, de la naturaleza, respetando los ciclos, era una forma de vida atrasada. Pero las consecuencias fueron catastróficas para nosotros», afirma.
«Algunas personas ganaron dinero con este desarrollo, construyeron una casa, compraron un coche, evolucionaron, pero el agua se acabó en casi toda la región. ¿Qué pasa? ¿Quién va a construir un manantial, a construir un río?», se pregunta.
Término creado en el siglo XX, la agroecología se basa profundamente en la forma de vivir y producir de las comunidades nativas y tradicionales, como los geraizeiros.
En el escenario actual, Maria Lúcia entiende que es el momento de retomar las prácticas de respeto a los ecosistemas, en un intento de revertir algunos daños, desde la perspectiva de que la agroecología representa el principal camino para la sostenibilidad de la vida humana.
«Ignorar el sistema agroecológico, creo que es una ignorancia contra uno mismo porque el ser humano no tiene ese poder sobre los recursos naturales», afirma.
Firmeza en el territorio
Además del eucalipto, la minería del hierro y la presa de la Central de Irapé también interfieren en el modo de vida de los geraizeiros.
Ante las primeras señales de escasez de ríos y manantiales, sequías más intensas y lluvias no tan equilibradas para la producción de cultivos, se lanzaron a luchar física y legalmente.
María cuenta que el monocultivo llegó a arrinconar las casas por estar tan cerca de la comunidad y que incluso fue necesario parar las máquinas para que no se tocará la vegetación autóctona que quedaba.
Desde entonces, la lucha jurídico-institucional, organizada en el Movimiento de Afectados por las Presas (MAB), continúa mientras los geraizeiros siguen con sus tradiciones de cuidado de la biodiversidad restante del cerrado.
Algunos manantiales han conseguido conservarse y garantizan el cultivo de productos agrícolas durante todo el año, aunque algunas familias se ven afectadas por la sequía.
No siempre es posible comerciar, pero la subsistencia de la comunidad está garantizada.
«Vivimos en comunidades muy pobladas. La gente vive en pedazos de 1,2 hectáreas. Quien tiene más llega a 10 o 20 como máximo. Por tanto, son pedazos de tierra pequeños. Tenemos que saber trabajar con la diversidad dentro de estas áreas y afrontar largos períodos de sequía», explica Maria Lúcia, que también forma parte del programa de Maestría Profesional en Sostenibilidad con Pueblos y Territorios Tradicionales de la Universidad de Brasilia (UNB).
Además, en las posibilidades y limitaciones del espacio, los geraizeiros ensayan formas de garantizar la biodiversidad alimentaria mediante el cultivo de semillas milenarias, como las criollas.
De este modo, garantizan la longevidad de su ascendencia y hacen posible que varios alimentos no escaseen.