El comportamiento en línea agrava los problemas sociales, según Aláfia Lab

Con informes sobre racismo online, fake news y consumo de información, un innovador centro de investigación de Salvador moviliza el debate sobre internet, democracia y políticas públicas

16.05.24

Producir y utilizar el conocimiento para generar impacto social. Esta es la propuesta de Aláfia Lab, un centro de investigación independiente que viene observando las consecuencias del uso de las redes digitales en la sociedad brasileña. La investigación identifica los problemas y otras cuestiones sensibles del comportamiento de las personas en Internet y, a partir de ahí, diseña posibles soluciones para ser adoptadas por las esferas de poder.

El centro fue fundado en Salvador en 2022 por los periodistas e investigadores Maria Paula Almada, Rodrigo Carreiro y Nina Santos. Especializados en el debate sobre internet y democracia, los investigadores desarrollan proyectos de ámbito nacional relacionados con el mapeo del comportamiento online. Sus investigaciones más recientes versan sobre las desigualdades informativas, el observatorio del racismo en las redes y las elecciones de 2024.

Los proyectos se llevan a cabo en colaboración con otras instituciones, como Zygon y Alma Preta, y cuentan con el apoyo de Open Society, Ibirapitanga, Luminate y la Fundación Ford. «Compartimos conocimientos, intercambiamos con otros actores y organizaciones de la sociedad civil que se interesan por los mismos temas que nosotros, y vemos cómo esto puede influir positivamente en las políticas públicas», afirma Maria Paula Almada, directora de proyectos de Aláfia Lab. 

Regular las redes sociales

Para los investigadores de Aláfia Lab, el espacio digital puede ser un poderoso espacio de transformación, convirtiéndose, por ejemplo, en un medio para que se escuchen las voces de las minorías. A menudo, sin embargo, el comportamiento en línea profundiza los problemas sociales, como en el caso del racismo. 

Por ello, el principal objetivo de la organización es trabajar junto a las instituciones gubernamentales para que los resultados de las investigaciones puedan orientar las políticas públicas frente a este tipo de conductas. La organización también busca el diálogo con las plataformas digitales. 

«El discurso al principio de internet era que sería un espacio de total libertad. Y durante un tiempo así fue. Pero cuando la esfera de la discusión pública migró a lo digital, es decir, básicamente a las redes sociales, esto se convirtió en un gran problema, porque existe la idea de que hay dos espacios diferentes, la vida real y la vida virtual, pero no hay tal cosa. Estamos conectados todo el tiempo, la vida es una», señala Rodrigo Carreiro, director de investigación de Aláfia Lab. 

«Y la regulación va atrás de los acontecimientos, de los cambios sociales, cuando en realidad debería ir a la par. Así que hay un problema de comprensión general, que no es sólo en Brasil, de que el mundo digital es un lugar de total libertad, cuando en realidad debería seguir las mismas reglas que la sociedad», advierte.

Equipo del Aláfia Lab Imagen: reproducción.

Racismo 

Uno de los proyectos de Aláfia Lab es el observatorio del racismo en la red. Para llevar a cabo el estudio, los investigadores rastrearon durante dos años casos emblemáticos de racismo online, además de monitorizar 26 perfiles de personalidades entre periodistas, intelectuales, influencers, futbolistas, etc. 

Entre los principales resultados, el estudio identificó que la gente elude la moderación de las plataformas utilizando GIFs, emojis, imágenes y palabras que no son ofensivas pero que pueden contener connotaciones racistas dependiendo del contexto. Esto dificulta la lucha contra el racismo en las redes.

«Identificar el racismo en Internet no es tan sencillo. Hay racismo explícito, por supuesto. Pero una parte importante de la gente lo hace de forma velada y tangencial, utilizando subterfugios que las propias plataformas ponen a su disposición, como emojis, etc. Así que la identificación se basa en el contexto de esa situación», señala Carreiro. 

Los informes están en la biblioteca del Ministerio de Igualdad Racial y su información se utilizará para elaborar un folleto junto con el STF.  «El racismo es un problema de la sociedad, no surgió con internet, así que es una cuestión estructural. Por eso siempre hablamos con organizaciones que tratan el racismo de forma más amplia, al mismo tiempo que identificamos las nuevas dinámicas de las redes», explica Almada. 

Comportamiento en línea

El estudio también demuestra que la vida en línea de las personalidades negras está marcada por la lucha contra el racismo, lo que hace invisible su talento. Carreiro cita el caso del futbolista Vini Júnior, que en cinco meses, entre octubre de 2023 y febrero de 2024, recibió ataques racistas en el 91% de sus publicaciones en las redes sociales, lo que le obligó a posicionarse constantemente. 

Para frenar estos casos, explica Carreiro, las plataformas deben adoptar normas de moderación adaptadas a los contextos locales.  «Las reglas de moderación suelen venir de Estados Unidos y no tienen en cuenta los contextos locales. Y esta moderación tiene que hacerse con un análisis cualitativo de las situaciones, no se puede tener una moderación casi 100% automatizada, como hacen las herramientas hoy en día», dice el investigador.  

Señala que en las redes hay muchos más piropos que racismo. Sin embargo, aunque los comentarios racistas son minoritarios, ganan repercusión por la propia lógica de funcionamiento de las plataformas. «Si hay un comentario racista y le gusta a varias personas, la plataforma no analiza si es algo positivo o negativo. Y cuanto más te gusta un comentario, más arriba se posiciona».

Esto borra las historias de las personas negras. «Si Lázaro Ramos estrena una película, la gente no habla de la calidad de la película, sólo de que es negro. Así que tiene que luchar contra el racismo todo el tiempo, haciendo invisibles todos sus otros logros», subraya Almada. 

María Paula Almada presenta investigación en el Festival 3i. Imagen: reproducción.

Desinformación

La investigación de Aláfia Lab también ha demostrado que la gente prefiere los medios digitales a los tradicionales para informarse. Este nuevo comportamiento, además de transformar la relación con la información, tiende a aumentar la exposición de los consumidores a la desinformación. 

«El término desinformación es antiguo, vinculado a los estudios sobre la guerra. Hoy, sin embargo, forma parte de un modelo de producción industrial. En otras palabras, la gente gana espacio y dinero con ella. Y con las redes sociales, el alcance de esta desinformación es muy rápido. Todo se distribuye rápidamente, lo que hace que los efectos sean a menudo difíciles de medir», explica Carreiro. 

Otro punto a tener en cuenta es la confianza en la información. «Cuanto más crece la desinformación, menos confianza hay en los medios de comunicación. Y este es un fenómeno actual que incluso repercute en otros ámbitos, como la propia ciencia. Lo vimos en la pandemia… la gente murió literalmente por culpa de la desinformación», advierte. 

En este contexto, Aláfia Lab ha incorporado a su ámbito de actuación la gestión de la web Desinformante, donde realiza una cobertura periodística de los procesos y efectos de la desinformación en el mundo, así como artículos y reportajes sobre Inteligencia Artificial. Este año, la atención se centrará en el seguimiento de las elecciones.  

«Cada año electoral es más propenso a la desinformación. El fenómeno actual surgió precisamente en este periodo. Y no sólo los políticos se benefician de las fake news, también hay personas que ganan repercusión, visibilidad y dinero con ello. Por eso es tan importante la regulación», argumenta Carreiro. 

¿Quieres apoyar esta causa?

Aláfia Lab es un centro de investigación independiente que produce y utiliza conocimiento sobre lo digital para transformar lo social. Descubre más en su web o síguelos en Instagram y Linkedin.   

Maira Carvalho
Periodista y Antropóloga, Maira es responsable de informar y escribir artículos en Lupa do Bem.
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