La agroecología y la sabiduría indígena recuperan zonas degradadas del pueblo Terena
Liderada por indígenas, la organización Caianas promueve la educación ambiental y la seguridad alimentaria en Miranda, Mato Grosso do Sul, Brasil.
La forma de cultivar la tierra del pueblo Terena se vio profundamente alterada por el avance de la ganadería intensiva en la región de Miranda, Mato Grosso do Sul. Además de la ganadería, los monocultivos de caña de azúcar y, más recientemente, de soja, han transformado el paisaje en todo el estado. Buscando revertir este escenario, los terenas de la Tierra Indígena Cachoeirinha han comenzado a utilizar técnicas agroecológicas, con importantes resultados agrícolas y ambientales.
Utilizando semillas criollas y conocimientos ancestrales, ya han recuperado unas 30 hectáreas de tierras degradadas cerca del Pantanal. El éxito se debe a la plantación de árboles combinada con la producción de raíces, cereales, legumbres, hortalizas y flores, todo en el mismo espacio y de forma orgánica, es decir, sin utilizar pesticidas.
Esta práctica enriquece el suelo y protege las fuentes de agua. También fomenta la diversidad agrícola, lo que garantiza la autonomía y la seguridad alimentaria. En el proceso, se han vuelto a cultivar diversas variedades de plantas comestibles que habían caído en el olvido con el paso del tiempo. Como resultado, también se han restablecido los antiguos hábitos alimentarios tradicionales, lo que ha mejorado la salud de la población local.
Prácticas agrícolas tradicionales
La agroecología puede explicarse utilizando diversos conceptos científicos. Sin embargo, como afirma el asesor de comunicación de Caianas, Neiriel Terena, «la agrosilvicultura es en realidad la agricultura ancestral de Terena, ya la practicábamos en el pasado».
De hecho, los estudios sobre los orígenes de la agroecología demuestran que esta ciencia se desarrolló y perfeccionó a partir de las prácticas agrícolas tradicionales de diversos pueblos del mundo. Formalmente, sin embargo, la agroecología se dio a conocer entre los terena en 2012, con la implementación del Proyecto de Gestión Ambiental y Territorial Indígena (Proyecto GATI).
El programa, desarrollado por el gobierno federal en colaboración con organizaciones internacionales, es el resultado de la lucha de varios líderes indígenas de Brasil, no sólo de los terena. El objetivo del Proyecto GATI es promover la inclusión y el fortalecimiento de las prácticas indígenas para la gestión, el uso sostenible y la conservación de los recursos naturales, y abarca varias tierras indígenas del país desde 2008.
Cuando el proyecto GATI se implementó en la Tierra Indígena Cachoeirinha, 34 familias se unieron y comenzaron a trabajar con técnicas agroecológicas. Para el coordinador de Caianas, Arildo Cebalio, fue en ese momento que la semilla de la organización comenzó a germinar: «Como era un proyecto del gobierno, tenía fecha de finalización, y entendimos que no podía parar, tenía que continuar».
Rescatar la cultura agroalimentaria, sin embargo, no ha sido una tarea sencilla. Según Arildo, existe la idea común de que es mejor trabajar como peón en las granjas de la región y pagarle a alguien para que plante un poco de mandioca y frijoles, que recuperar y trabajar la propia zona.
Para él, el desafío reside en que la gente entienda qué es la agroecología y las posibilidades económicas vinculadas al cultivo. Recuerda que recibió un «golpe de realidad» cuando asistió a su primer taller de agroecología: «Fue como si hubiera caído un velo, me di cuenta de que podía trabajar y ganar dinero con mi propia tierra».
Lo difícil, dice, fue convencer a su mujer. Ella, como tantos otros familiares, esperaba que Arildo saliera a trabajar. Pero ahora, después de casi 11 años, ambos están satisfechos con la transformación de la tierra. «Hoy es ella quien me ayuda y me anima, así que el proceso es largo, pero vale la pena», explica Arildo.
Acción por la naturaleza
Kayanás representa a los sabios y pensadores del pueblo Terena. El concepto sirvió de inspiración para el nombre del Colectivo Indígena Ambientalista de Acción por la Naturaleza, Agroecología y Sostenibilidad – Caianas. El colectivo se creó en 2015, poco antes de que el Proyecto GATI finalizara sus actividades en la Tierra Indígena Cachoeirinha.
Actualmente, el colectivo ofrece asesoramiento técnico sobre agroecología a familias de la Tierra Indígena Cachoeirinha y de otras aldeas dentro y fuera del estado. Además de promover la agricultura ancestral, también trabaja con la educación etnoambiental, la recogida y protección de semillas y apoya a otras comunidades y colectivos indígenas con la restauración del suelo y la seguridad alimentaria.
La organización ha impartido talleres, por ejemplo, al pueblo indígena guató, considerado el pueblo del Pantanal por excelencia. En 2021, se vieron gravemente afectados por los incendios en sus tierras y se encontraban en una situación de vulnerabilidad social. Como recuerda Valéria Surubi, asesora de proyectos de Caianas, «Había sequía en los ríos y pasaron sed».
Ante esta situación, Caianas volvió a realizar otras actividades que pudieran generar ingresos, como la producción de artesanía indígena. La expectativa es que los guató recuperen pronto su autonomía y puedan vivir sin tener que recurrir al asistencialismo.
Cosmología terena
Para los Terena, el concepto de agroforestería ha venido a recordarles su agricultura ancestral. Neiriel Terena cuenta que cuando las familias de TI Cachoeirinha se sentaron a decidir las líneas de actuación de Caianas, enseguida se dieron cuenta de que los conocimientos utilizados en la agricultura ecológica eran los mismos que ellos habían practicado en el pasado.
La agricultura terena, sin embargo, no se basa sólo en plantar especies arbóreas y agrícolas, como propugna el enfoque técnico y científico de la agroforestería. Para ellos, la plantación de estas plantas debe estar asociada a la espiritualidad. O como dice Neiriel, «para construir un agrobosque, necesitamos estar bien, necesitamos dialogar con otros seres».
Por eso, cuando los agricultores de Terena plantan o recogen semillas, hay un proceso de bendición. «Bendecimos para que otros seres encantados protejan las semillas, para que a partir de ahí puedan dar frutos prósperos», explica Neiriel.
La bendición la realizan los ancianos de la aldea, que dominan el chamanismo y la pajelança. Son ellos quienes enseñan a los más jóvenes cómo plantar y también el diálogo que deben mantener con los seres encantados.
Somos tierra
Desde que se implantó la agroecología en las aldeas, se calcula que se han recuperado 30 variedades de mandioca y seis de judías. Estas variedades fueron identificadas con los antiguos, explica Arildo.
Para él, la principal lucha hoy es concientizar a su propia generación de la importancia de estos conocimientos. Cita el ejemplo de cualquier árbol; quien no lo conozca dirá que no sirve para nada, dice. «Pero no es así, si se cultiva es porque tiene un fin, a veces todavía no lo sabemos, pero puede tener efectos medicinales, funciones artesanales, se puede hacer cuerda con la corteza, en fin, para algo va a servir», explica Arildo.
Lo mismo ocurre con las plantas medicinales. Recuerda que en su pueblo había una farmacia, pero no la conocía porque aún no conocía todas las plantas medicinales. Por eso, dice, le faltan palabras para explicar la importancia que Caianas está promoviendo con la recuperación de estos conocimientos: «Esto no sólo nos está impactando a nosotros los indígenas, sino a toda la sociedad, a los no indígenas también, porque somos tierra y ¡tenemos que cuidarla!».
Cuando los terena plantan cultivos, por ejemplo, tienen que compartir la comida con animales salvajes, como cerdos de monte, zorros y muchos otros, porque ya no tienen qué comer en su hábitat natural. «Incluso esto es difícil, así que tenemos que plantar más rápido, tenemos que abrir más espacio para que nuestra fauna salvaje pueda sobrevivir», advierte.
Autonomía alimentaria
Naranja, aguacate, piña, quingombó, calabaza, maxixe, cacao… estos y tantos otros alimentos tradicionales de Terena han sido sustituidos por alimentos industrializados en los últimos años. Muchos agricultores indígenas suelen vender sus pequeñas cosechas familiares de mandioca y judías para comprar alimentos ultraprocesados en los supermercados locales.
Por eso, dice Jussara Leme, educadora y coordinadora adjunta de Caianas, siempre es necesario educar a los niños y concienciar a sus padres de los beneficios de la comida tradicional. Caianas ha defendido hábitos alimentarios saludables en las escuelas y en el propio proceso de producción agroecológica de las familias.
Arildo, por ejemplo, recuerda que muchos de los alimentos que consumía antes, hoy ya no los come: «Tengo otras opciones, lo que cultivo en mi zona me ofrece nuevas alternativas de comida sana.» Para Valéria Surubi, la cuestión del costo de los alimentos es fundamental. La variedad de alimentos que producen las familias hace que no tengan que comprar comida, lo que reduce sus costes alimentarios.
Recuerda que Caianas también lleva a cabo un proyecto de cultivo en la escuela Mãe Terra, garantizando las comidas escolares de los niños. «Cuando sobra comida, los padres también pueden recogerla y llevársela a casa», explica Valéria. Con esto, dice, el proyecto ha reforzado un proceso de deconstrucción entre las familias que aún no se han sumado al cultivo agroecológico, porque tienen muchas dudas sobre sus posibilidades reales.
Colectividad
Muchas personas contribuyen voluntariamente al desarrollo de los proyectos de Caianas. Desde técnicos a profesores y asesores, la organización cuenta con un buen número de profesionales dispuestos a dar su tiempo por el bien común.
Sin embargo, la estructura financiera de la organización es insuficiente. Para garantizar la financiación de sus actividades, Caianas busca recursos principalmente a través de convocatorias públicas. Sin embargo, según los coordinadores, el acceso a las convocatorias se ve obstaculizado por la burocracia y la rigidez de los concursos.
Además de las convocatorias, Caianas también mantiene alianzas con la Universidad Estatal de Mato Grosso do Sul (UEMS) y el Instituto Federal Técnico de Mato Grosso do Sul (IFMS). Voluntarios, nuevas asociaciones y colaboraciones son siempre bienvenidos, dicen los coordinadores.
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