La Cana: tejiendo nuevas oportunidades para mujeres en Mexico

La Cana empodera mujeres en cárceles mexicanas, ofreciendo medios de vida dignos y reintegración social, abordando justicia, equidad de género y educación.

17.07.24

Por Maira Baudouin

Aquello de lo que no queremos hablar

En un país como México, la pobreza, la falta de acceso a derechos básicos como la educación, la salud, y contextos precarios y violentos lacera profundamente el tejido social y margina a un importante porcentaje de la población.: 

Muchas personas dentro de las cárceles son culpables, otras, no. Lo que es cierto es que la posibilidad de hacerse de una vida digna y lejos de la reincidencia una vez que han cumplido su condena son muy limitadas por no decir casi nulas. Las personas que han sido privadas de su libertad -culpables o no- la han pasado realmente mal, y aún cuando tengan la firme decisión de dar vuelta al timón de su vida, el sistema parece diseñado para que no lo puedan hacer, como en la novela de Nathaniel Hawthorne es como si trajeran una letra escarlata en su pecho y con ello la imposibilidad de construir una nueva vida, tener otra oportunidad.

“Es importante cambiar esta consciencia social que tenemos: la cárcel no es sinónimo de justicia, y justicia y venganza no son lo mismo”, comenta Daniela Ancira, Cofundadora y directora general de La Cana. 

¿Cómo nace La Cana?

La Cana fue fundada por Daniela Ancira y tres cofundadoras mientras cursaban sus estudios universitarios. Daniela, entonces estudiante de Derecho, tuvo su primer acercamiento a las cárceles a través de un programa de voluntariado universitario en el penal de Barrientos, Estado de México. El plan original era dar asesoría jurídica. Sin embargo, al escuchar a las mujeres del penal, se le reveló una cruda realidad: no sólo enfrentaban la privación de la libertad, sino también la lucha diaria por la supervivencia en un entorno donde todo, desde el agua para bañarte hasta los artículos básicos de higiene, tiene un alto costo.

Se calcula que para sobrevivir la vida en el penal se necesitan alrededor de 200 pesos diarios. ¿Cómo conseguirlos si no hay fuentes para generar un ingreso? Irónicamente, la forma de conseguir dinero era cometiendo delitos desde prisión: extorsionar, robar y hasta prostituirse en el penal de hombres por unos cuantos pesos. “Esa fue la primera vez que me cuestioné … ¿Para qué existen las cárceles? ¿Para qué tenemos a 200,000 personas en prisión? La gente no estaba estudiando, no estaba trabajando, no estaba aprendiendo nada nuevo ¿Qué pasará el día de que salgan de aquí con una carta de antecedentes penales y sea prácticamente imposible que consigan un empleo, un lugar dónde vivir, una vida? Solemos pensar que cuando meten a una persona a la cárcel ya se hizo justicia”, comparte Ancira, pero eso no es necesariamente cierto, y añade: “No nos ponemos a pensar qué va a pasar con la familia de esa persona, de qué van a vivir, qué va a pasar con sus hijos y a qué se va a dedicar cuando salga.”

En este sentido, Selene, beneficiaria de La Cana, quien estuvo dos años y siete meses en la cárcel comparte su experiencia: “yo había dejado a mi hijo afuera, él dependía de mí, yo era madre soltera. A mí me agarraron, pero mi mamá y mi hijo dependían de mí. Todo esto les afectó de muchas formas, pero también económicamente: yo era la que llevaba el sustento.”

Todas estas vivencias fueron el catalizador que llevó a la hoy directora de La Cana a buscar una solución que ofreciera un verdadero cambio y la posibilidad de una segunda oportunidad para muchas mujeres. Inspirada por su abuela paterna, quien trabajó en proyectos filantrópicos con personas privadas de la libertad. Daniela Ancira y sus cofundadoras comenzaron a desarrollar un proyecto que además de ofrecer un trabajo dentro de las prisiones, también las preparara para una vida digna y productiva una vez liberadas.

Ser mujer en prisión

Las mujeres llegan a prisión por causas muy distintas a las de los hombres, no sólo por el tipo de delito, sino por las historias y circunstancias detrás de esos actos. Muchas veces, estas mujeres eran parejas, hijas o estaban sometidas a hombres de quienes eran víctimas, y se vieron arrastradas a la criminalidad por su relación con ellos. El sistema de justicia penal también es más severo con las mujeres, otorgándoles sentencias más largas por los mismos delitos que a los hombres, en parte debido a la expectativa social de que deben ser mujeres buenas y abnegadas. Cuando se desvían de este rol, son castigadas más severamente por la familia, la sociedad y el propio sistema penal. 

Las cárceles no están diseñadas con perspectiva de género: rara vez hay centros penitenciarios exclusivos para mujeres. En su lugar, suelen ser secciones dentro de cárceles para hombres, sin instalaciones adecuadas para sus necesidades específicas, como espacios para niños, mujeres embarazadas o lactantes, y atención ginecológica especializada. Ocho de cada 10 mujeres en prisión no reciben visitas, reflejo del gran abandono que sufren, más aún en comparación con los hombres, quienes a menudo son visitados con regularidad por sus madres, parejas y otros familiares. Esta falta de apoyo y las condiciones inadecuadas hacen que las mujeres en prisión enfrenten un nivel de abandono y aislamiento mucho mayor que sus contrapartes masculinas. 

“Dónde yo estaba, había hombres y mujeres. No revueltos, nos dividía una pared. Pero yo lo veía en las visitas: la fila para visitar a los hombres era larguísima, la de las mujeres, no. Cuando yo estuve en la cárcel, yo creo que éramos como 300, y como 50 tenían visitas,” describe Selene. 

La posibilidad de un nuevo comienzo

Esta organización tiene como objetivo principal brindar opciones de fuentes de ingreso sostenibles a mujeres privadas de la libertad, capacitándolas en diferentes oficios y habilidades que les permitan obtener un empleo digno al salir de prisión; que no reincidan y tengan la oportunidad de construirse un futuro para ellas y los suyos. Los talleres y programas de La Cana fomentan valores como disciplina, esfuerzo, compromiso y trabajo en equipo, fundamentales para el desarrollo personal y profesional de las participantes.

Además de la capacitación laboral, La Cana ofrece programas de salud mental, abordando temas como la depresión, ansiedad y violencia de género. También promueve la educación, el arte y la cultura, con actividades como yoga, meditación, clubes de lectura y clases de computación. Estos programas buscan no solo mejorar la calidad de vida dentro de las cárceles, sino también prepararlas para una reinserción exitosa en la sociedad.

Forjando nuevos caminos

En sus ocho años de existencia, La Cana ha extendido su labor a 12 cárceles en el Estado de México, Ciudad de México, Zacatecas y próximamente en Querétaro. La organización no solo trabaja con mujeres dentro de las cárceles, sino que también ofrece seguimiento y apoyo a aquellas que han sido liberadas, brindándoles atención psicológica y herramientas para continuar su educación y encontrar empleo.

La Cana ha beneficiado anualmente a 700 mujeres en sus distintas líneas de acción y ha alcanzado un impresionante índice de no reincidencia del 97%, en contraste con el promedio de la Ciudad de México que es del 40%. Este éxito se debe en parte a la atención integral que reciben las beneficiarias, que incluye apoyo psicológico, formación profesional y un fuerte enfoque en la equidad de género.

“A mí, La Cana me ayudó a superar todo lo que es vivir adentro, a obtener un trabajo digno, bien pagado, y también a cambiar muchas cosas de mi vida. Hoy por hoy tengo un trabajo estable y estoy por terminar mis estudios de enfermería.  Además, sin La Cana yo no hubiera podido ayudar a mi mamá, y tal vez mi hijo no hubiera terminado sus estudios, ahora él está estudiando Derecho. Yo no quería que a mi hijo le tocara vivir lo que a mí” comparte Selene.

“La organización tiene una casa de medio camino en Xochimilco, donde las mujeres que salen en libertad pueden vivir de manera temporal dado que las mujeres son tan abandonadas dentro de prisión que al salir no tienen a nadie, no tienen a donde ir y lo fácil es regresar a la vida en las calles, o al trabajo sexual o al crimen organizado”, señala Daniela. Esta casa es un espacio seguro donde pueden vivir y tener atención psicológica y médica en lo que pueden reorientar sus vidas y conseguir trabajo.

Raíces del desafío y alianzas

Ancira señala: “El verdadero desafío es que el problema es estructural, no son unas cuantas historias aisladas, es todo un sistema desde cómo se educa a la mujer en México, el rol que se espera de la mujer, toda esta sociedad sumamente machista, patriarcal, hasta lo injusto que es el sistema de justicia penal y penitenciario. Nos quedamos cortos en nuestra visión de justicia y ese es el principal reto: lo urgente es atacar las causas desde la raíz.”

La Cana cuenta con varias alianzas institucionales, como: USAID, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Embajada alemana, la Embajada del Reino Unido, marcas y personas donantes También colaboran con otras organizaciones que se abocan al mismo rubro con el fin de tener más impacto. Sin embargo, los recursos siempre son insuficientes. 

Sin embargo, confiesa: “También hay muchas empresas que no quieren que se les vincule de ninguna forma con nosotros porque se ve mal. Siguen con esa visión.” 

A lo anterior, Selene añade: “Yo pienso que la sociedad debería de incluirnos un poquito en esto, sí, queremos que se acabe la delincuencia, pero también tenemos que ver por qué existe. Porque las personas que están en problemas de adicción, de reclusión, obviamente no tuvieron una buena infancia y tampoco tuvieron la posibilidad de estudiar y de muchas otras cosas”. 

Cómo colaborar con el proyecto

Encuéntralos en https://lacana.mx/ o en su Instagram o Facebook.

Autor: lupadobem
Para compartir:
Notícias relacionadas