Mujeres Valientes: merienda y mimos para los niños y niñas del barrio

Un grupo de vecinas se organizó para crear un comedor y merendero que alimenta a 100 niños y niñas del Barrio Esperanza de Posadas, Misiones, al Norte de la Argentina

18.12.24

Por Lucila Rolón 

Siempre algún pájaro canta cuando a las seis de la mañana Hordalina abre los ojos y apaga el despertador. “Gracias Dios por un nuevo día”, repite sin dudar y, mate en mano, va directo a saludar a sus plantas; un collar verde y tupido de hojas, tallos y flores que conecta su casa con una de las 160 cuadras que desde 2022 se estiran asfaltadas por el barrio A4 en Posadas, Misiones. Nunca pasa demasiado tiempo hasta que alguna vecina se le suma para empezar a picar cebolla mientras ella arranca el fuego. Cuando llegue el mediodía, las viandas deberán estar listas para que 100 niños y niñas tengan la panza llena.

Son 40 las mujeres solas de la economía popular que llevan adelante una tarea que empezó como un sueño de Hordalina: “Crié a seis hijos sola, yo sé lo que es eso. Por eso yo quería poner un comedor, para que las mujeres pudieran tener una ayuda. Es mentira que no podemos salir adelante sin un hombre”. Tenía 30 años cuando junto a 15 vecinas empezaron a darle vida al comedor. Hoy son 40 las mujeres que lo sostienen; la más grande tiene 92 años y es la encargada de hacer pan casero y magdalenas para la merienda; va a la Iglesia todos los días para rezar por todos. La más chica tiene 14 años y es madre soltera.

Redes de amor

El complejo habitacional Barrio A4 fue construido con el objeto de alojar a la población relocalizada proveniente de otro punto de la ciudad de Posadas. Son familias que abandonaron sus viviendas a la orilla del Río Paraná ante el avance de la represa hidroeléctrica Yacyretá. El barrio tuvo mala fama como casi todos los barrios en los que se ausenta el Estado. Por eso, el comedor es tan querido por la comunidad:

Ester tiene 69 años, tres hijos que crió sola, y un nieto de cinco años que va con ella al comedor. Todos se sienten en casa allí. Aprendió a coser cuando empezó a recibir ayuda del Estado; para acceder a la Asignación Universal por Hijo (AUH) tenía que aprender un oficio. Así sacó adelante a su familia y ahora le enseña cómo hacerlo a otras mujeres que han sido víctimas de violencia de género. “Me encanta integrar esta comunidad y enseñar lo que yo sé, que no es mucho para algunos, pero se suma a la voluntad que yo tengo de hacer cosas y tener ideas”, dice con seguridad.

También cosen para los chicos. “Arreglamos ropa, si llegan donaciones con alguna fallita, nosotras reparamos todo y achicamos y agrandamos y ponemos botones para abrigar a los chicos cuando van a la escuela”, repasa orgullosa. Para todas, lo primero son los chicos. “La gente cree que al merendero llegan, comen y se van y no es así. Acá hacemos cosas tan humanas, damos contención, aprenden a jugar, a pensar. Cuando saben que es hora de merienda, a las tres de la tarde, están paraditos con su jarrito en la mano, esperando a ver si hay pan. Nosotras siempre hacemos que haya. Dali hace magia con lo poco que tenemos”. Ester lamenta que el Gobierno no colabore con alimentos, como solía hacer: “Es doloroso saber que hay familias en el barrio a las que no les alcanza para comprar una caja de leche.”

La historia cobra aun más color cuando llegan voluntarios que proponen actividades especiales: la semana pasada hubo cine. Las mamás del merendero dicen que todas estas cosas sacan a los chicos de posibles peligros que acechan en muchísimos barrios como este. “Acá podés comer y bañarte si estás en situación de calle. Hordalina no mide edad para darle de comer a la gente. Es muy triste ver a la juventud y a personas mayores así”, lamenta Ester y repite “damos un apoyo muy importante.”  En el Barrio Esperanza, las madres trabajan todo el día y los chicos quedan solos. Ellos mismos cuentan lo que les pasa: “Hoy no pude ir a la escuela porque no tengo calzado.” E inmediatamente las mujeres ponen manos a la obra.

Ahora están aprendiendo a hacer jabón natural. “Una mamá puede preparar un jabón en su casa con productos simples. Después de pasar por violencia de género es muy importante recordarles que ellas pueden hacer muchas cosas para ayudarse a sí mismas”, cuenta Ester.

Cartitas para Papá Noel

Pollo, pasta frola y tortas, para el Día de las Infancias. Para el Día de la Madre, guiso de fideos, de arroz o de porotos, cebollita salteada, carne hervida, papa y unas ganas de dar amor inquebrantables conforman el menú. “Los nenes vienen entusiasmados; me dicen ¿tía, hacés la leche, hacés la comida, tía?, da una pena cuando no hay…” Hordalina socializa su pensión por discapacidad en este proyecto que se sostiene también por donaciones y por las acciones que el barrio lleva adelante, como rifas o pequeños eventos. También generan una agenda de actividades como juegos, talleres y festejos patrios.

Y eso no es todo: Hordalina, “la tía Dali”, destaca las ganas que tienen todas de generar más actividades como nuevos deportes (la canchita de fútbol está rodeada de árboles), y clases de costura u otros oficios para las mujeres de la comunidad. También quisieran mejorar la estructura que armaron para contener a quienes son víctimas de violencia de género.

Allí donde el celeste del cielo parece haber saltado de la bandera argentina, las mujeres valientes del merendero están juntando juguetes, pan dulce y golosinas para garantizarles a los niños y las niñas del barrio la próxima Navidad. “Adornamos todo el comedor y armamos dos arbolitos, uno con los regalos y otro con las cartitas que los chicos le escribieron a Papá Noel. Una vez, un nene recibió una bicicleta y todos festejaron y al final fue la bici de todos los niños del barrio”, dice Dali entre risas. Pero también esperan poder convidarles budines y repartir bolsitas de garrapiñadas o turrones; esperan donaciones de paquetes de arroz, latas de atún y lo que pueda completar una caja familiar. Dali también reza por un ventilador que acaricie a todos en pleno verano norteño. Sus hijos la ayudan pero le piden que descanse un poco. Ella es implacable: “A mí me gusta hacer esto. Me siento viva y mis compañeras también.”

Para comunicarte con el comedor y merendero visitá su Facebook.

Autor: lupadobem
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