Un proyecto permite a discapacitados intelectuales y autistas vivir solos
El Instituto JNG promueve la autonomía de adultos con discapacidad intelectual o autismo mediante viviendas independientes
Una de las mayores dificultades para los padres de niños con discapacidad es garantizar su independencia, especialmente en la edad adulta. Fue por esta preocupación y al observar la falta de oportunidades por lo que tres madres decidieron crear el Instituto JNG, que promueve la autonomía de los adultos con discapacidad intelectual o autismo, centrándose en la vivienda y la vida independiente.
Hace diez años, con el final de la vida escolar de João, Nicolas y Gabriela (el trío JNG), se dieron cuenta de que había un vacío en su futuro. «Las personas con discapacidad intelectual suelen permanecer en la escuela más tiempo de lo habitual. Nos damos cuenta de que esto no se corresponde con el ciclo de la vida. El hecho de que tengan una discapacidad no significa que no tengan un ciclo vital como el resto de nosotros», dice Flávia Poppe, una de las fundadoras.
Al darse cuenta de que la transición a la edad adulta era necesaria, pero con pocas oportunidades, las tres madres empezaron a investigar y se dieron cuenta de que el concepto de vivienda sólo existía al final de la vida. «Pensamos en la vivienda más hacia el final de la vida de las personas, que también es importante, pero tiene otra finalidad».
Así que encontraron un modelo de vida independiente en Inglaterra, donde las personas con discapacidad, independientemente de su nivel, podían vivir solas. «Nos dimos cuenta de que lo que hace esto (la independencia) posible es el apoyo, un apoyo cualificado y formado, pero con una visión anticapacitista. No se trata de hacer todo por ellos, sino de promover la autonomía», explica Flávia.
La metodología observada en Inglaterra fue probada y adaptada por profesionales de la educación de la Universidad Estatal de Río de Janeiro (UERJ). Flávia señala que también buscaron algunas colaboraciones para no empezar de cero, además de contactar con algunas organizaciones que ya trabajaban en el sector de las residencias privadas.
De esta forma, la fase piloto del proyecto se completó en diciembre de 2023. En la actualidad, la vivienda independiente del Instituto JNG se encuentra en un edificio del barrio de Flamengo, en el sur de Río de Janeiro.
Tiene fácil acceso al transporte público y a las tiendas. También viven allí personas sin discapacidad. Actualmente hay 10 pisos individuales disponibles. Los residentes actuales, de ambos sexos, tienen entre 23 y 33 años.
Hay un equipo de apoyo disponible las 24 horas para ayudar en este proceso. «Están en el mismo edificio, pero en una ubicación diferente».
«La base de apoyo está formada por profesionales formados para promover la autonomía, no para cuidarlos. No son limpiadoras ni enfermeras, son personas que desarrollan sus habilidades cuando es necesario».
Desarrollar las competencias
Para desarrollar estas capacidades y la autonomía de los residentes, el Instituto cuenta con un Programa de Apoyo Personalizado (PPA). Antes de que una persona se mude, se evalúa su perfil y, cuando llega, se fijan objetivos para ella y el tipo de apoyo que necesita.
El equipo, multidisciplinar, incluye trabajadores sociales, educadores, psicólogos y auxiliares de enfermería. «La riqueza del equipo radica en su capacidad para ver que hay estrategias y que ese lugar, que su vida, es real y es un gran tejido con el que se puede trabajar».
«Hay residentes que necesitan un desarrollo relacionado con la alimentación, manejar utensilios de cocina, aprender a hacerse una comida. Otros necesitan ayuda para organizar la lista de la compra, en algunos casos, el uso del dinero, en el sentido de aprender su valor. Así se desarrolla la autonomía», dice Flávia.
Además de la vivienda, el Instituto también se centra en otros pilares, como el trabajo y la socialización. «Es importante que los jóvenes tengan perspectivas de realización profesional, que se dediquen, que se formen en un área que les interese».
Relaciones con las familias
El apoyo se extiende también a las familias. «Hacemos un trabajo de acogida. No es que vengan y las familias se queden fuera. Además, el equipo está formado para ser sensible a la información que proporcionan las familias. Así se crea una gran sensación de seguridad».
El apoyo familiar es importante en el proceso de adaptación, pero los residentes suelen sorprenderse por la rapidez de respuesta. «A veces diseñamos un programa de apoyo personalizado para tres meses y en quince días la persona ya ha adquirido esa habilidad».
Flávia dice que ver sus progresos es estimulante. «Es muy poderoso, porque viene de abrir camino. Literalmente cambias el camino. Existe la creencia de que van a envejecer con sus padres, de que no son capaces, de que no pueden integrarse en la sociedad. Y de repente hay un camino y les dices: ‘oye, aquí hay sol, aquí hay vistas, aquí puedo elegir mi camino’. En definitiva, es su vida», concluye.
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