Se trata de Aiken, funciona en Buenos Aires y brinda apoyo profesional a niños, adolescentes y adultos
Por Paula Galinsky
Perder a un ser querido, transitar el duelo, procesarlo siendo niño o desde el lugar del adulto que también sufre y debe acompañar. Aiken surge como un espacio para colaborar en el momento más difícil: es la primera fundación en Argentina y Latinoamérica dedicada a asistir a familias en duelo.
La experiencia con la pérdida y el duelo que vivió su fundadora, la psicóloga Aldana Di Costanzo, tuvo mucho que ver con la creación de Aiken. “Mi papá falleció cuando tenía solo seis años y mi padrastro murió en mi adolescencia. El dolor frente a esas situaciones estuvo siempre presente, y mi deseo de ayudar a otros a transitarlo de la mejor manera posible me impulsó a dedicarme a este campo”, relata Di Costanzo.
Ella quiso “transformar el dolor en motor para cambiar realidades” y a raíz de su situación personal y de las dificultades con las que se encontró en ese camino fue que decidió crear un sitio para todos aquellos que necesiten acompañamiento, sin que el dinero sea un obstáculo.
El trabajo de Aiken y los tiempos de la terapia
Aiken quiere decir “vida” en lenguas mapuche y tehuelche, la elección del nombre tuvo que ver con la intención de enfocarse en “resignificar la vida de la persona que se queda”. Desde esta perspectiva es que la fundación se dedica a apoyar en forma integral a niños, adolescentes y adultos que transitan una situación de duelo.
Desde el inicio, el proyecto adoptó una metodología basada en la dupla, trabajando tanto con el niño como con el adulto a cargo. “Muchas veces, el padre o la madre no cuenta con las herramientas emocionales para acompañar a su hijo porque también está sufriendo. Acá entra Aiken a colaborar”, explica Aldana.
La fundación admite a personas que estén en duelo, sin importar el momento en el que hayan vivido la pérdida. Según comenta, “un niño puede llegar con un duelo reciente o con una pérdida que ocurrió hace años: cuando el sufrimiento se convierte en síntoma, hay que comenzar el proceso de acompañamiento”.
En la misma línea, los pacientes no tienen un tiempo fijo de intervención, sino que son acompañados hasta que logran poner en palabras sus emociones y recordar a sus seres queridos de una manera saludable. “El duelo no tiene un tiempo determinado, se va moviendo”, señala Di Costanzo y advierte que cada historia es única y que se adaptan a las necesidades de cada uno.
Un día en Aiken
Los encuentros grupales para niños se desarrollan a través de actividades lúdicas y otras dinámicas que permiten a los chicos expresar sus sentimientos y hablar de sus seres queridos.
Los adultos, por su parte, participan de reuniones de pares que se dan en paralelo. Cada quince días, se lleva a cabo un encuentro conjunto para facilitar la comunicación intrafamiliar.
“El dolor puede ser tan grande que muchas familias no logran hablar entre sí. Nosotros intentamos abrir ese canal de diálogo”, remarca.
Aiken en primera persona
Marina (48) encontró en Aiken un lugar de contención para atravesar el duelo por la muerte de su expareja y padre de sus dos hijos, de 11 y 15 años. “Mi exesposo estaba muy mal de salud, su desenlace era inevitable y fue una amiga quien me puso en contacto con la fundación”, recuerda Marina.
El proceso de acompañamiento comenzó con una entrevista de admisión en febrero de 2020. “Fue un momento complejo en el que nos sentíamos perdidos y necesitábamos ayuda”, relata.
Para ella, Aiken resultó esencial durante esta etapa que coincidió con el aislamiento por Covid 19: “La primera y única sesión presencial fue en marzo, después empezó la pandemia y seguimos en forma virtual”.
Durante los encuentros, los padres compartían sus experiencias y los terapeutas guiaban las sesiones con actividades lúdicas adaptadas. “El grupo se volvió muy efectivo porque éramos muchos viviendo lo mismo. Había otros padres separados, como yo, o que habían pasado por muertes repentinas. El dolor nos unía”, comenta.
“Fue un proceso largo que, al final, nos dio mucho alivio. Al entender el duelo, pude darle el espacio que necesitaba”, agrega Marina.
El impacto social y la necesidad de más recursos
Aiken cuenta con un equipo de más de 30 personas, entre psicólogos, coordinadores y voluntarios, que trabajan con alrededor de 200 pacientes. Además, la fundación ofrece capacitaciones, asesoramiento y talleres para empresas e instituciones en Argentina y en otros países de Latinoamérica.
“Aiken no solo acompaña el dolor, sino que trabaja para que el duelo no sea una carga para el futuro, sino una oportunidad para crecer y vivir de una manera más plena”, comparte Aldana.
Cómo colaborar
El crecimiento de Aiken, que nació en 2008, trajo consigo nuevos desafíos, especialmente en cuanto a la sostenibilidad económica del proyecto. Aunque la fundación cuenta con padrinos y madrinas, y algunos pacientes colaboran con un bono contribución, la financiación sigue siendo uno de los puntos más críticos. “Pagamos honorarios profesionales bajos y eso hace que sea difícil mantener la calidad que queremos”, explica Aldana.
Por esto, además de los aportes individuales, Aiken ha comenzado a ofrecer servicios de capacitación y asesoramiento a empresas y organismos del Estado, con el fin de generar recursos adicionales. Para contribuir con el trabajo de Aiken contratando sus servicios o con donaciones, se los puede contactar a través de su página web: https://www.fundacionaiken.org.ar